El handicap de Esperanza Aguirre
28 octubre 2009De todos es conocida la afición de la presidenta de la Comunidad por el golf. La afición y la destreza, pues es capaz de meter la bola en el hoyo con pocos y precisos golpes de muñeca. En resumen, que maneja el palo como nadie para soterrar las bolas que le ponen por delante.
Por esa afición debe de ser por lo que quiere todo green. Verde que te quiero verde, verde oso, verde Caja… Y quiere campar por ese prado como Mariano por su casa, para lo cual pretende poner de capataz a su mano diestra, Ignacio González, a pesar de que a este ¿incondicional? de la presidenta no lo quiere Rajoy, no lo quiere Zapatero, no lo quiere Gallardón, no lo quiere ahora tampoco Tomás Gómez, no lo quiere Rato. No lo quiere nadie. Pero no es eso todo. Luego está Gallardón y el odio cerval que se procesan el alcalde y la presidenta. Y que ambos quieren meter la mano en esa hucha.
Desde que Esperanza Aguirre saltara a la fama gracias al desenfadado programa CQC, la ahora presidenta de la Comunidad no ha hecho otra cosa más que ascender en el escalafón político del PP. Y cada ascenso le ha supuesto una nueva inyección de ansia de más poder y una envidia (no pega decir aquí que sana) a su compañero de partido. A su querido —y besuqueado en cada acto oficial— fraterno Gallardón. Allí donde éste estuviera, ella tenía que intentar desalojarlo, para ocupar su sitio. Puede que ya se esté haciendo un vestido de chulapa para lucirlo como traje inconstitucional de alcaldesa de la capital. ¿Y cuándo será eso? ¿Cuando ya no pueda aspirar a la presidencia del Gobierno? ¿O cuando quede el sitio vacante porque la presidencia de Gobierno la ocupe Gallardón? ¿Y Rajoy? Ni está, ni se le espera.
Y para colofón a tanto desatino político, ha surgido un duelo a muerte por la presidencia de Caja Madrid entre Gallardón y Aguirre, o entre Aguirre y Gallardón, que tanto monta, Monte (de Piedad) ¿cuánto? Una lucha “fratricida” de dos desenvueltos que lo único que quieren es coger poder, poder y más poder. Y lo de Caja Madrid no es más que más de lo mismo.
Mientras el verde oso rampante de CM quiere trepar al verde madroño para camuflarse y no presentar un blanco fácil a la mira telescópica de estos dos depredadores políticos, Cobo —el vicealcalde ¿incondicional? y mano siniestra del alcalde— se lanza cual kamikaze (vía entrevista en El País) contra el flanco derecho de la presidenta regional. Pero pocos piensan que lo que ha pretendido Cobo es hacerse el haraquiri para que Aguirre tenga pesadillas por la noche. Más bien, muchos piensan que el álter ego del alcalde ha actuado de muñeco de ventrílocuo con una mímica perfecta para acompañar el discurso que sacaba su jefe de lo más profundo del estómago. Discurso, por otro lado, que pudiera muy bien estar inspirado por el dueño del circo. Porque bien pudiera ser que Rajoy haya dicho que hasta aquí se ha llegado, harto ya de que Esperanza Aguirre esté continuamente intentando hacerle sombra.
Hagan sus apuestas, señores, que hay premio, y gordo. ¿Para quién? No se sabe. De momento, por la presidenta de la Comunidad ya han dado la cara todos, o casi todos, los alcaldes del PP (¿quién va a morder la mano que le da de comer?); y todos, o casi todos, los medios que tienen como medio a la jefa del Gobierno de Madrid para vivir mejor están volcados en una campaña de alabanza para Aguirre y de desprestigio para Cobo. Y todos —aquí sí, todos sin excepción— y cada uno de los diez millones de votantes del PP están hasta las mismísimas narices de la feria que tienen montada esta panda de impresentables. Tan hartos, que ya no valdría con que no los votaran; habría que botarlos: echarlos a gorrazos del país. Y a todos ellos se pueden unir los ahorradores que tienen sus euritos en Caja Madrid, porque con este cachondeo puede que salgan trasquilados.
¡Vaya oposición! Aunque del partido en el poder tampoco se puede esperar nada bueno, porque hay que ver qué tropa capitaneada por ese presidente Zapatero. Pero otro día hablaremos del Gobierno.