Marichalar, o no hay más cera que la que arde
13 febrero 2010Será eso. O será por eso. Porque quieren llevarlo a las fallas de Valencia, a quemarlo, como si la Santa Inquisición volviera para juzgar a los hombres por sus desmanes: Lo que Dios ha unido… Pero, sea por lo que fuere, no es serio el trajín que se traen con ese muchacho.
Primero, lo mueven (cuando se anuncia su separación de Doña Elena) de su original lugar en El Museo de Cera, junto a la Infanta, y lo mandan a ver los toros desde la barrera. Luego, la Familia Real se hace una nueva foto de familia (cuando se hace oficial el divorcio) en la que él ya no aparece. Lógicamente, pero pasado el tiempo, cuando se cotejen las dos fotografías, la anterior a su desaparición y la nueva, ya sin él, no se podrá evitar el rememorar aquellas otras en las que se suprimía la figura de Trotsky de un mitin de Lenin o se retocaba la fotografía de Franco y Hitler en Hendaya para hacerla políticamente correcta. Y casi a la par del sucedido de la imagen, lo sacan del escenario del museo para hacerlo desaparecer definitivamente de la Historia, como si los dos hijos que ha tenido con la primogénita del Rey no fueran prueba fehaciente de su existencia.
Al que se le ha ocurrido esto último tiene premio, por lo que se lo otorgamos aquí concediéndole el título de bobo.
Al final, el pobre Jaime de Marichalar va a terminar, Dios no lo quiera, en la fogata de Las Fallas. Por lo que va a resultar un verdadero cirio.
¡Ay! La Historia y los tontos que quieren cambiarla. Luego, no nos extrañemos que venga el juez Garzón a reconstruirla. Pero tiene que ser muy luego, pues ahora el juez está demasiado ocupado con su futuro como para pensar en el pasado de don Jaime.