El rap de la cárcel

23 febrero 2010

Cobra agarrado al numen de su obra

Jugar con fuego es quemarse. Desde que RTVE cambió el proceso de selección de participantes para representar a España en Eurovisión, la imagen de nuestra música no ha hecho más que empeorar. Esta corporación ha decidido abrir los canales de participación a un submundo de internet que parece reportar buenos réditos en audiencia (la gala del lunes ganó a la anterior en casi dos millones de televidentes), pero que coloca a la televisión pública en un plano de degradación y zafiedad difícilmente soportable. El abrir las puertas al sujeto John Cobra, que trae a sus espaldas el tiempo de cárcel que le impuso la Ley por su conducta violenta, es garantizar el lamentable espectáculo del lunes en la tv estatal durante la selección de participantes para Eurovisión –y conste que somos partidarios de la reinserción, pero a cala y cata-. Gestos y gritos obscenos del individuo en cuestión pusieron en un aprieto a la exquisita Anne Igartiburu, que hizo lo que pudo para evitar que se prolongara el espectáculo bochornoso para los espectadores. También increpó al grosero participante José María Íñigo, respaldado con el aplauso del público.

A toro pasado, el presidente de RTVE, Alberto Oliart, ha anunciado hoy en el Senado que TVE adoptará medidas, con vistas a próximas ediciones de Eurovisión, para impedir «abusos» en el proceso de selección y que las candidaturas que prosperen reúnan «una mínima calidad musical».  La televisión pública tiene que tener un máximo de decencia, incluso de estética, para ser públicamente aceptada. Un programa tan deleznable como el de ayer hubiera costado el puesto a más de un responsable en una televisión estatal como la BBC. El marchamo de servicio público no se consigue en una tómbola sino con una ejecutoria digna. 

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