15 julio 2010 | Sin comentarios »

Por Aquilino Quintás
Metro, como unidad de longitud, se definió originalmente como la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre. Más tarde se estableció un metro patrón de platino iridiado que se conserva en París. En la actualidad, el metro se define como la longitud igual a 1.650.763,73 longitudes de onda, en el vacío, de la radiación correspondiente a la transición entre los niveles 2p10 y 5d5, del átomo de criptón 86.
Pues eso son pamplinas. Metro es una guerra entre los Sindicatos y la Comunidad donde toda esa longitud de onda (en el vacío), se queda pequeña al lado de los dos millones de usuarios que quieren utilizarlo y no pueden. No pudieron, para ser exactos, en la anterior huelga “salvaje” que anunciaron los sindicatos y que llevaron a cabo, sin que la Comunidad hiciera nada para evitarlo, con una chulería de macarra.
El derecho a la huelga tiene que existir –si no de qué iban a vivir los Sindicatos-, pero siempre respetando los derechos del resto del colectivo de trabajadores que se vean afectados por la huelga. Pienso que por poco que les quiten a los trabajadores de Metro –e insisto en lo de por poco-, no es justo el recorte. Creo que hay un montón de sitios de donde el Gobierno puede ahorrar (sacar) dinero sin meter la mano en el bolsillo de los trabajadores. Aunque esos trabajadores estuvieran (que no sé si es el caso) primados con mamandurrias, primas, cursos, derechos para que sus familiares viajen de gañote, ventajas para acceder ellos o sus hijos a un puesto de trabajo en la Compañía,… Da igual. No se pueden firmar convenios para luego pasárselos por el túnel del Metro, cuando seguramente en la Administración, sus responsables, siguen con contratos blindados y sueldos, no voy a decir que algunos descomunales -que seguro-, pero más de uno, inmerecido.
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