7 de julio, San Puyol. España es Mundial

8 julio 2010

Con el chupinazo de Puyol este 7 de julio se va a ver el toro de España con mucho más respeto. Esto es escribir por no quedar ocioso, porque yo, sobre fútbol, estoy en orsay.  Aun así, quiero dejar escrito que a mí el gol de Puyol no me va a sacar de mi Casillas. El gol de Puyol le dio la victoria a España, de acuerdo, pero el paradón de Casillas, momentos antes,  ya le había dado la no derrota. Y que conste que, desde mi punto de vista, a Puyol no se le valora, normalmente, en todo lo que vale, pues creo que siempre resuelve cualquier situación de peligro a favor de su equipo. Es el jugador imprescindible para que un equipo sea perfecto: Un derroche de oficio y corazón. En el gol a Alemania saltó antes de saber donde iba a ir el balón, se lanzó a por él sin saber si le llegaría y, cuando se encontraron, el testarazo que le dio fue como un punterazo a tres metros de la portería, que si llega a coger al portero por delante lo arrastra hasta el fondo de la red.

Pero Casillas es el viático, la salvación in extremis. Y en el partido contra Alemania hizo una parada de auténtico superportero. Y no es que por llamarse Iker se le apareciera la Virgen, es que es el mejor portero del mundo y lo demostró en el momento preciso. Pero ha quedado anulado por el fragor del triunfo. Y eso tampoco es. A Puyol lo que es de Puyol y a Casillas lo que podía haber sido de los alemanes, y no les dejó. O sea: Puyol 1; Casillas 1; y Alemania al rinchi.

Y todo gracias a la furia española. No al pulpo Paul, que este año va a hacer la competencia a La bruja de Oro, la de Sort, en la lotería de  Navidad. Ponga un pulpo en su mesa, pero no a feira, sino a que le pronostique el porvenir. Como Rappel pero con más tentáculos. Ya sabe, admitimos pulpo como animal de compañía.

Creo que Zapatero, conocedor de la afición del pulpo por las urnas, ya le ha pedido a Moratinos que le consiga a Paul cuanto antes, para que le dé tiempo a domesticarlo para las próximas elecciones. Felipe tenía una llama, con la que escupía a las visitas para ahorrar él saliva para los discursos. Saliva que utilizaba luego para asperjar a los correligionarios de las primeras filas cuando lanzaba sus manidos latiguillos contra la derecha, en aquellos mítines de andar por casa. Como a Zapatero no le hace falta llama, pues él ya tiene mucha chispa, prefiere el pulpo, que si consigue enseñarle a que le abrace podrá darse un homenaje cuantas veces quiera. Que está un poco bajo de autoestima este muchacho.

Pero volviendo a lo que me ocupa, para homenaje el que les dio la Reina a la selección en los vestuarios. Aunque sólo fuera por eso les mereció la pena ganar. Ahora a procurar no cantar el “pobre de mí” hasta que no terminen los sanfermines.

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