Que c’est triste Venancia

6 julio 2010 | Sin comentarios »

Diálogos con su chispita

Por Gascón Bolín

Hoy se lo decía a mi chica: —Hace un día insoportable de calor. Está para meterse bajo la ducha y no salir hasta la hora de recoger el primer premio a “La arruga es bella”. O para ir a remar a Venecia (o a El Retiro, que es la Venecia que tenemos aquí, en Madrid), a ver si nos salpica algo de agua y nos refresca, Venancia.

Pues ella que no, que es un orgullo atenderme, que en casa se está guay y que es mejor que me fuera solo. Y me echó de casa. Así que ahí la he dejado limpiando como una posesa. O por lo menos eso parecía cuando me marchaba. Claro que puede que nada más cerrar la puerta se haya sentado con un plato de croquetas ante la tele a ver “Sálvame”, que le pirria. Y la verdad es que si no se limpiase los dedos en el reposacabezas, que luego me siento yo y salgo con el pelo como el de un gitano, me daría igual. A mi, ya, todo lo que haga mi chica me da igual mientras no me pida nada a cambio.

Bueno, el caso es que allí la dejé con fingida cara triste, y yo partí a El Retiro, no sé si huyendo del calor o buscándolo, porque ahí también cocían habas (nunca mejor dicho). Hacía un sopor, una calorina… que menos mal que quitaron la Casa de fieras porque si no estarían todos los bichos disecados. Por cierto, que al pasar por delante de la Casa de fieras he visto un cartel que ponía que ahí mismo se iba ha construir una biblioteca. Ahora que ya no hay leones. ¡Tiene guasa la cosa!

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El Cid y la restauración

30 junio 2010 | Sin comentarios »

Por la terrible estepa castellana, al destierro con doce de los suyos, quizá pasó él recorriendo gran cantidad de pueblos (lo que luego se ha dado en llamar la Ruta del Cid) y quizá visitó castillos, ermitas e iglesias, entrando a descansar y rezar en ellas. Eso lo hizo El Cid entonces, allá por el siglo XI, pero hoy no podría hacerlo.

Ya sé que me van a decir que porque está muerto. Pero no es por eso —que El Cid ganó batallas después de muerto, según reza la leyenda—, sino porque encontraría todos estos sitios cerrados.

Yo he estado estos días por ahí, empapándome de sol y piedra en esas tierras de Soria, durante este comienzo de verano, dócil todavía, que obsequia por el día con un airecito refrescante que cuando se va el sol casi obliga a cubrirse con una rebeca fina. Está precioso el campo florecido ahora, después de tanta lluvia, y cuando lo baña el sol se convierte en la alfombra verde de trigo verde, amarilla de prímulas y margaritas, gris de cebada ya madura, malva de flor de lavanda y roja de miles de amapolas, donde reposan sus reales tanto monumento románico. Todos, o casi, los vi desde fuera, pues todos, o casi, estaban cerrados al público (por lo menos entre semana), y muchos de ellos en plena restauración. Claro que gracias a la restauración pude ver abierta la iglesia románica de San Pedro, en Caracena.

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Rojo, azul, igual da

25 junio 2010 | 1 Comentario »

La roja, en fútbol, fue siempre una tarjeta de amonestación. En España, no. En España, la roja (aunque hablemos de fútbol), es un grito, una empresa, una ilusión, un banderín de enganche. Un invento de márketing para darle a España una referencia colorista.

Me gustaba más cuando se gritaba ¡España! que ahora cuando se grita ¡La roja! Y no soy niño de la guerra ni un aprovechado chupalápidas de la memoria histórica. Es que me gusta llamar a las cosas por su nombre. Pero aparte de todo eso, y gracias al márketing, se han vendido más camisetas rojas de fútbol que libros en la pasada Feria del Libro (bueno, e imagino que durante todo el año). Pero volvamos a la magenta representación de la furia española.

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El tren de Caronte

25 junio 2010 | Sin comentarios »

La tragedia ocurrida el miércoles en Castelldefels, cuando un tren de Alta Velocidad se llevó por delante a un grupo de jóvenes, puede ser, después de todas las investigaciones precisas, porque haya sido el resultado de muchas imperfecciones; porque existieran múltiples irregularidades; porque fuera el fin inevitable de una excesiva irresponsabilidad; porque se hayan agotado las papeletas de la suerte para algunos, los más osados; porque, y sobre todo, el responsable por encima de todo haya sido el azar. Mala suerte. Eso es lo único que de verdad define este suceso.

Ahora, por un lado, las familias y amigos de las víctimas pedirán explicaciones a la Administración, y tratarán de conseguir consuelo e indemnizaciones del Estado; mientras, por otro lado, el Estado se esforzará en demostrar que todo estaba correctamente en orden con la legislación vigente y que está libre de toda responsabilidad. Pasado el tiempo, reabrirá el paso elevado (ahora cerrado), hará otro paso subterráneo más (que no se amortizará) para mayor fluidez de los viajeros a la hora de cruzar de andén, llegará incluso a desviar el paso del tren de Alta Velocidad llevándolo a otro lado –a pesar de las quejas de algunos-, y soterrará las vías todas para que no peligre nadie. Y un mal día, después de que todo esté perfecto, saldrán unos chavales a jugar a la vía y el tren se llevará a alguno por delante. Eso es mala suerte. El azar en su peor estadio.

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