26 febrero 2010 | Sin comentarios »
No vamos a decir aquí que los políticos no deban cuidar su léxico eligiendo mejor los epítetos que dirigen a sus colegas. No vamos a decir aquí que las apreciaciones (Verbigracia: «manda huevos», «coñazo de discurso», «gilipollas de Blair», «coñazo de desfile», «hijoputa», «gallego»,…) que consciente o inconscientemente –de que les están grabando- sueltan con su vis parlamentaria, sirvan para un diccionario de sinónimos de los sujetos a quienes se refieren; pero de eso a poner el grito en el cielo porque Rosa Díez haya dicho del presidente Zapatero que es “gallego”, refiriéndose claramente a que no se sabe si va o viene, si sube o baja, si entra o sale…, vamos, que no contesta a nada, va un abismo.
Esto es una opinión, que dista mucho de la de los gallegos con púlpito (no pulpito) que les ha faltado tiempo para salir en todos los medios a su alcance denigrando a la líder de UPyD. Pero qué español, gallego o no, aquí o allende los mares (donde por cierto hay mucho gallego) no ha escuchado el clásico del gallego en la escalera. O un chiste de catalanes y la pela. Enfadarse por esos comentarios es cogérsela con papel de fumar (no diremos que Smoking, porque es catalán e igual se mosquean).
Rosa Díez, a una pregunta de Gabilondo sobre el presidente del gobierno, contesta: «Zapatero es gallego, en el sentido peyorativo de la palabra». E inmediatamente después, cuando le pregunta por Rajoy, dice: “Es gallego”.
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