28 septiembre 2010 | Sin comentarios »
Por Aquilino Quintás
¿Hay mayor huelga general que el paro? No, no la hay. Y el paro acabará siendo la huelga general, esta vez sí, general, de este país que es España. Y no sabremos, o no querremos saber, de quién es la culpa, si del Gobierno, si de la patronal, si de los sindicatos o si de los trabajadores —pueblo, masa, plebe, chusma (siguiendo la degradación táctica a la que nos quieren acostumbrados)— que, siendo los más perjudicados siempre en estas lides, son, además, la percha de los golpes de todas las fanfarronadas que se escupen a la cara la patronal y los sindicatos. Juegan los burros y cobran (coloquialmente dicho) los arrieros. Siempre ha sido así y siempre así será. Pero ¿no es este el momento de reflexionar sobre la situación del país; de envainarse los argumentos fingidamente patrióticos; de ciscarse en la soflama de partido y de aunar las fuerzas de todos para sacar adelante esta esquina de Europa que empieza a erosionarse con los aires que vienen de todos los lugares, incluso del interior?
Los sindicatos y el Gobierno, misma cosa, están en este falansterio socialista que no tiene ni pies ni cabeza. Víctimas y verdugos, los dos, del abandono de clase (en la más social acepción de la palabra), andan dándose mandobles sin preocuparles a quién hieren las esquirlas que desprenden sus trifulcas, dejando a su paso tuertos, mancos y tullidos (parados todos, al fin y al cabo) que no saben ni por dónde ni por qué les viene ese castigo divino —pues se portan aquellos como dioses vaciados en oro, como becerros—. Porque ahora la pelota está en el caballete del tejado de ese chalet adosado en el que cohabitan sindicatos y Gobierno, mientras ambos, desde sus patios respectivos, soplan como Eolo y braman como energúmenos para vencer la fuerza de gravedad de la esfera, que seguro que está ahí por falta de decisión (por desconfianza), no de peso específico.
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