19 febrero 2007 | 1 Comentario »
«¡Oh capitán, mi capitán!» es el comienzo de un poema de Walt Whitman que sirvió como grito de guerra a unos jóvenes estudiantes en «El club de los poetas muertos». La película, a ella pertenece ese título, refleja, entre otras cosas, la relación de respeto y cariño que se puede llegar a establecer entre el profesor (Robin Williams) y sus alumnos, usando aquel una pedagogía basada en inculcarles el gusto por aprovechar el momento, «¡Carpe diem!», con buen humor y honorabilidad. Ha habido otras cintas, bastantes más, sobre este mismo asunto de la relación profesor/alumno, marcadas por la desidia de unos y el despotismo de los otros, indistintamente. Una de ellas es «Rebelión en las aulas», en la que el «profe» (Sidney Poitier) las pasa «putas» en una clase marginal, de un colegio marginal, con alumnos marginados, hasta que consigue hacerse con la situación. Me viene también a la memoria otra, unos diez años más antigua e inocente, en la que una clase de estudiantes se encierra en el gimnasio porque la dirección quiere despedir a su profesor de música. «Es grande ser joven», modelo a «El club…», aunque esta última con más poesía.
También las hay en las que los alumnos se hartan de hacerle gamberradas al profesor hasta que consiguen que se marche. Pero lo que queremos subrayar ahora es el ejemplo de las primeras. Y es que en todos los centros educativos debe existir esa buena relación (con todo el respeto, distancia, cariño…) entre profesor y alumno.
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